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ESTO ME PASÓ A MÍ

Él era uno más de mi universidad. Yo también una más. Las cosas se dieron muy rápido, tan rápido que después no pude pararlas. Mis amigos me decían que era un buen tipo, que era muy alegre y servicial. Eso me llegó. Las llamadas y salidas se hicieron más frecuentes y así terminé yo con él. En una relación que parecía de película.

 

Me dijo que sus relaciones eran difíciles, pero no por él. Siempre había tenido mala suerte en el amor y hasta que llegué yo jamás había querido o amado así. Yo le creí y entré en un éxtasis infinito que me llenaba el cuerpo de energía con pequeños corrientazos.

 

No era el más churro ni el más feo. No sobresalía pero tampoco era un rechazado. Su forma de ser arrolladora aparecía cuando entraba en confianza. Así fue él: arrollador. Me lancé al vacío y empezamos una relación seria. Realmente yo lo conocía hacía pocas semanas. Para todos fue una sorpresa vernos llegar al salón cogidos de la mano. Yo, matada.

 

Palabras, llamadas, cartas, mensajes, detalles y caricias que me hacían pensar que este era mi ‘príncipe’. Solo tenía ojos para él. No era grosero, me respetaba, me cuidaba (o eso pensaba yo) y no era celoso.

 

Desafortunadamente para mí el cuento de príncipes y princesas acabó pronto. No voy a negar que teníamos momentos lindos y románticos y que mi amor por él era muy fuerte, pero de eso tan bueno no dan tanto. Mi vida iba a dar un giro total y yo no me di ni por enterada.

 

Tuve una niñez envidiable, me dieron todo lo quise. Mi familia es estable, feliz y amorosa. Tengo tres hermanos que adoro con el alma y nunca nos faltó nada. La relación de mis papás es algo que admiro y si algún día llego a ser la mitad de feliz de lo que ellos son hoy, me sentiré satisfecha con la vida. Así que es difícil imaginar que una mujer como yo termine envuelta en algo tan complicado teniendo un modelo a seguir como el que yo tengo.

 

Volviendo al giro inesperado, las cosas empezaron a cambiar cuando yo noté que ya no había tanto amor, sino rabia, celos, prohibición y un ‘cuidado’ exagerado. Y lo pongo en comillas porque ahora entiendo que él nunca quiso cuidar de mi, solo quería controlarme.

 

El miedo que se experimenta cuando estás en una relación así de tóxica no se lo deseo a nadie. Es estar 100% alerta en todo momento, cualquier cosa puede pasar, cosas mínimas pueden desencadenar lo peor. Tenía que ser muy cautelosa a la hora de hablar, de actuar, mirar e incluso vestir. Cuando para gusto de él no lo era, fui maltratada, acusada injustamente, abusada, perseguida, amenazada, manipulada y chantajeada.

Las heridas psicológicas y del alma duelen más que las físicas. Recuerdo estar un día con tres amigas. Ese día después de mucho rogar él me dio permiso para salir con ellas, yo estaba sorprendida, porque además me dejó ir al bar donde ellas se encontraban. Más tarde ese mismo día él llegó al bar y entró en un estado neurótico cuando descubrió que ya no estaban conmigo tres amigas sino cuatro. Le enfureció que no le avisara que había llegado alguien más.

Se sentó a mi lado y empezó a pellizcarme por debajo de la mesa. Se quería ir y dejarme en mi casa. Yo accedí muerta de la pena, no quería que mis amigas se dieran cuenta de lo que él era capaz de hacer. Cuando iba a pagar mi parte de la cuenta, él me quitó mi cartera. Allí tenía toda mi plata, mis papeles y mi celular. No me los devolvió por más de que le rogara. Me hizo un gesto de burla, sacó mi tarjeta de ahorros y pagó la cuenta de toda la mesa.

 

Me quedé sin plata el resto del mes. Yo no tenía cara para decirle a mis papás que ya no tenía nada y era apenas principio de mes. Eso no bastó. Salimos a pedir un taxi (él todavía tenía todas mis cosas), yo intenté quitarle mi cartera, él la haló y la rompió. Me tiró al piso y me golpeó. NADIE hizo nada. Me subió al taxi y luego en mi casa rompió mi celular.

 

Muchas veces nadie hizo nada y esto me creó un imaginario muy triste; y es que yo me lo merecía y por eso nadie se metía. Yo me ganaba las cosas y yo tenía el deber de soportar. Esto es igual que el bullying. Existen tres actores: el agresor, la víctima y los espectadores o testigos. Si usted es testigo y no para la situación o la denuncia tal vez esa víctima nunca pueda salir de ahí.

 

Si alguien me hubiera ayudado en el momento, quizá yo no habría durado tanto con él muerta del miedo. Y no es que las mujeres seamos tontas o masoquistas como el imaginario colectivo nos indica, sino que cuando hay amor de por medio es muy verraco poder salir de ese círculo vicioso. A esto súmele miedo, dependencia ya sea afectiva o económica, amenazas etc.

 

Sobreviví. Pude salir de ese círculo gracias a la red de apoyo de mi familia y profesionales. De esta situación obtuve un aprendizaje bárbaro y por eso hoy hago lo que hago. Quiero ser una abanderada del tema, no quiero que pase más, pero si le pasa o sabe de alguien que está pasando por esto, sepa o dígale que no está solo y que pasa más de lo que creemos o vemos en los medios. Pero también debe saber que hay solución, que hay salidas y que de esto aunque no lo crean también quedan cosas buenas. 

 

Recuerde que: la violencia NO discrimina.

 

Nota: Las expresiones subrayadas son aquellas que generalmente son usadas por las mujeres cuando relatan su historia. Deben cambiar. ¡Seamos libres e independientes mujeres, no necesitamos permiso!

Collage por: Martha Helena Ocampo

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